miércoles, 1 de agosto de 2012

La dieta de la pitón

Se asomó entre las rejas y preguntó qué pasaba. El tipo de adentro se arrimó y dijo:

–Está cerrado.
–Ya veo. ¿Qué pasó?
El de adentro enarcó las cejas:
–¿No leyó el diario? La pitón. Palmó la pitón.
–Uh... ¿Cómo fue?
–Los pendejos, ayer. Les tiran cualquier cosa a los animales. Un descontrol. Siempre, durante las vacaciones de invierno, pasa algo así. El año pasado, la jirafa grande terminó con esguince de rodilla: un palazo.
–Qué animales. Habría que enjaularlos a ellos.
–Es lo que yo digo.
–¿Y con la víbora qué pasó?
–Se comió un guante de lana que le tiraron. Le cayó mal.
–Pero si esos bichos se comen ovejas enteras, con lana y todo.
–¿De dónde sacó eso?
–De El principito. ¿Se acuerda del dibujo?
El de adentro hizo un gesto desdeñoso:
–Era otro ofidio. La pitón es una serpiente fina, no le come cualquier cosa. Es asiática, y se alimenta nada más que con unos ratoncitos de Singapur, de los que hay allá.
–Como los panda.
–Son herbívoros los panda.
–Digo que los panda sólo comen bambú. Si no tenés bambú, cagaste, no podés tener pandas.
–Son importados.
–¿Qué cosa?
–Los ratoncitos que le digo. Carísimos. Y ahora más.
–¿Los traen de allá?
–Traían, pero cerraron la importación, con este hijo de puta de Moreno y las restricciones a la salida de divisas... Le empezaron a dar cuises.
–¿Cuises?
El de adentro asintió con un gesto de desaprobación:
–Dicen que es lo mismo. “Sustitución de importaciones”, dicen. Pero así el bicho se desorienta con la dieta y terminan pasando estas cosas. Cuando estaba el Ruso acá esto no pasaba.
–¿Qué Ruso?
–El que puso el Turco.
–Ah, sí... ¿Pero ése qué sabía de animales?
–Por lo menos de gatos sabía.
Festejaron levemente los dos.
–Ahora... no entiendo –dijo el de afuera, como en confianza–. ¿Acá cada vez que se les muere un bicho de mierda cierran por duelo?
–No. En realidad hay paro de personal porque quisieron sancionar al cuidador del serpentario. Acá hacen huelga por cualquier boludez: ahora piden más gente. Un cuidador cada tres animales. Son tremendos los municipales.
–Así estamos. Prisioneros de los gremios.
–El año pasado, durante la toma del zoológico, se comieron un par de maras, esas que ve ahí, las liebres patagónicas. Se hicieron un asado. Una vergüenza.
–Y nadie hace nada.
–Qué van a hacer.
–Cada dos por tres cortan la calle.
–Flor de quilombo cortar acá, en Plaza Italia.
–No. Adentro, que es peor. Por ejemplo, te cortan la principal y el sendero que va a la parte de los monos o el elefante, que es lo que la gente más viene a ver.
–Y aprovechan los fines de semana, seguro, cuando viene más público.
–Claro. Ahora, con lo de la pitón, va a ser otro asunto de nunca acabar.
–¿Por?
–La burocracia. Están los de Sanidad Animal, los de la Sociedad Protectora de Animales que rompen las bolas. Hubo que hacer una autopsia. Un animal occiso en circunstancias irregulares genera mucho papeleo. El caso está caratulado como “muerte de ofidio por ingestión de objeto extraño”.
–¿Y qué hicieron con la pitón?
–La abrieron y le sacaron el guante. Es de mujer, de colores, de esos sin dedos. Y hay quien pide hacer una prueba de ADN.
–¿Para?
–Identificar al o a la responsable.
–¿Y qué le pueden hacer?
–No es un delito, aunque creo que debería. Es una contravención, una violación del código de faltas, y seguro que le cabe una buena multa, e incluso se le puede prohibir la entrada por un mínimo de seis meses y un máximo de tres años.
–Está bien.
–Claro que sí. A propósito, y ya que lo nombró: ¿sabe quién es el autor de El principito?
–Saint-Exupéry.
–No. Es Maquiavelito.
–Ah... Qué chiste más tonto...
–Je.
El de adentro se alejó unos pasos y el otro lo detuvo:
–Oiga, ¿y usted qué hace?
–Nada, estoy acá todo el día.
–¿Y no se aburre?
–Bastante. Suerte que cada tanto cae algún boludo que no sabe que el zoológico no abre los lunes.

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Página 12 - Contratapa - Por Juan Sasturain

martes, 17 de enero de 2012

Veterano de las Malvinas se reencuentra con su "enemigo" 30 años después

Redacción  - BBC Mundo
Dos ex enemigos de las Malvinas/Falklands cara a cara

El británico Neil Wilkinson pensó que había matado al argentino Mariano Velasco en la guerra del Atlántico Sur, en 1982. Tres décadas después, descubrió que seguía vivo e inició un emotivo viaje para reencontrarse con él.


A Neil Wilkinson siempre le persiguió el recuerdo del piloto con el que creía haber acabado durante la guerra de las Malvinas/Falklands.
Este inglés siempre creyó que su enemigo había muerto entre los restos del avión que derribó.
Pero ahora, el veterano ha realizado un excepcional viaje para encontrarse con el piloto argentino.
Wilkinson, originario de Leeds, ciudad al norte de Inglaterra, se vio las caras con su antiguo enemigo Mariano Velasco en su casa de Argentina, donde fue calurosamente bienvenido.
El inglés aseguró que "es demasiado grande como para explicarlo. Ahora, después de conocerlo en persona, me convencí por fin de que está vivo, y somos amigos."
La historiaWilkinson servía como artillero anti-aéreo en el buque de combate HMS Intrepid cuando abrió fuego contra un avión de combate Skyhawk.
La imagen del aeroplano abatido dejando un reguero de humo al desaparecer de su vista, junto con el supuesto de que el piloto había muerto, iba a perseguir a Wilkinson durante años.
La guerra de las Malvinas comenzó cuando Argentina invadió en 1982 el territorio, todavía hoy en disputa
Tras la guerra sufrió estrés post-traumático y luchó para adaptarse a la vida fuera del ejército.
"Mi trabajo era disuadirlos, proteger mi barco. He pensado en ello muchas veces. No es algo sobre lo que me regodee. Pero veo ese avión todos los días en mi cabeza", explicó.
"Pensé que estaba muerto, no había manera de salir de ese avión".
Pero, en 2007, vio por casualidad de un documental sobre el 25 aniversario del conflicto que le permitió abrigar esperanzas de que, después de todo, no hubiese matado al argentino.
Acordar estar en desacuerdoWilkinson vio la historia del soldado argentino Mariano Velasco, describiendo su rol en la guerra de las Malvinas como coronel de 33 años.
Velasco contó cómo participó en el ataque del buque HMS Coventry el 25 de mayo de 1982, que resultó en la muerte de 19 soldados británicos.
El piloto también revivió el momento en que su aparato fue alcanzado en un ataque dos días después, que lo forzó a eyectarse del avión y a caminar 16 kilómetros en las islas con una herida en el tobillo, hasta encontrar una granja desierta donde finalmente recibió ayuda y desde la que volvió a la base argentina en la isla oeste.
"Sabía que era él", dijo Wilkinson. Los datos coincidían y la descripción de Velasco del incidente también se ajustaba con los recuerdos del inglés.
"Es demasiado grande como para explicarlo. Ahora, después de conocerlo en persona, me convenzo de que está vivo, y somos amigos"
Neil Wilkinson, veterano inglés de la guerra de las Malvinas
"Yo fui el único que disparó un arma aquel día", recuerda Wilkinson.
Posteriores comprobaciones con archivos militares también confirmaron que el avión de Velasco fue el alcanzado por la ametralladora de Wilkinson, y entonces el inglés decidió contactarlo por correo electrónico.
Los dos veteranos, aunque en desacuerdo sobre las causas y justificaciones de la guerra, se convirtieron en buenos amigos.
El encuentroTanto que, ahora Wilkinson, realizó un viaje de vuelta a las Malvinas, visitando el lugar en el que el avión cayó el 27 de mayo de 1982, donde el agujero producido por el impacto y los restos del aparato son todavía hoy visibles.
"Es una sensación muy rara ver todo esto", dijo Wilkinson. "Hay todavía trozos desparramados por todas partes y aún sigo preguntándome cómo hizo para salir del avión. Estoy muy contento por saber que sobrevivió."
Wilkinson fue también al remoto pueblo en Argentina donde Velasco vive a día de hoy con su familia, tras retirarse como comodoro en las Fuerzas Aéreas Argentinas.
Tras el encuentro, el inglés señaló que "durante todo este tiempo he tenido esta sensación… sin saber si estaba vivo durante 25 años y luego descubrir que sí lo estaba, y durante 5 años haber planeado este viaje… y ahora estoy como éxtasis".
Velasco aseguró que "los buenos soldados tienen que ser capaces de perdonarse y después, ¿por qué no pueden ser amigos?".
Más de 900 personas murieron durante los 74 días que duró el conflicto, incluyendo 255 soldados británicos, 655 argentinos y tres habitantes de las islas.

miércoles, 23 de noviembre de 2011

En Europa el poder es de Goldman Sachs



LOS TECNICOS DE LA FIRMA ENCABEZAN DOS GOBIERNOS Y EL BANCO CENTRAL EUROPEO
 
Pertenecen a la red que Sachs tejió en el Viejo Continente y, en grados diversos, participaron en las más truculentas operaciones ilícitas orquestadas por la institución norteamericana. Además, no son los únicos

La historia podría colmar todas las expectativas de los adeptos a las teorías del complot. ¿Dónde está el poder mundial? La respuesta cabe en un nombre y un lugar: en la sede del banco de negocios Goldman Sachs. El banco norteamericano logró una hazaña poco frecuente en la historia política mundial: colocar a sus hombres a la cabeza de dos gobiernos europeos y del banco que rige los destinos de las políticas económicas de la Unión Europea. Mario Draghi, el actual presidente del Banco Central Europeo; Mario Monti, el presidente del Consejo Italiano que reemplazó a Silvio Berlusconi; Lucas Papademos, el nuevo primer ministro griego, pertenecen todos a la galaxia de Goldman Sachs. Estos tres responsables, dos de los cuales, Monti y Papademos, forman la avanzada de la anexión de la política por la tecnocracia económica, pertenecen a la red que Sachs tejió en el Viejo Continente y, en grados diversos, participaron en las más truculentas operaciones ilícitas orquestadas por la institución norteamericana. Además, no son los únicos. Se puede también mencionar a Petros Christodoulos, hoy al frente del organismo que administra la deuda pública griega y en el pasado presidente del National Bank of Greece, al que Sachs le vendió el producto financiero conocido con el nombre de Swap y con el cual las autoridades griegas y Goldman Sachs orquestaron el maquillaje de las cuentas griegas.
El dragón que protege los intereses de Wall Street cuenta con hombres clave en los puestos más decisivos y no sólo en Europa. Henry Paulson, ex presidente de Goldman Sachs, fue nombrado luego secretario del Tesoro norteamericano, mientras que William C. Dudley, otro alto cargo de Goldman Sachs, es el actual presidente de la Reserva Federal de Nueva York. Pero el caso de los responsables europeos es más paradigmático. La palma de honor se la lleva Mario Draghi. El hoy presidente del Banco Central Europeo, BCE, fue vicepresidente de Goldman Sachs para Europa entre los años 2002 y 2005. En ese puesto, Draghi tuvo un desempeño más que ambiguo. El título de su cargo era “empresas y deudas soberanas”. Precisamente, en ese cargo Draghi tuvo como misión vender el incendiario producto Swap. Ese instrumento financiero es un elemento determinante en el ocultamiento de las deudas soberanas, es decir, en el maquillaje de las cuentas griegas. Esa trampa fue la astucia que permitió a Grecia calificarse para formar parte de los países que iban a utilizar el euro, la moneda única europea. Técnicamente, y con Goldman Sachs como operador, se trató en ese entonces de transformar la deuda exterior de Grecia de dólares a euros. Con ello, la deuda griega desapareció de los balances negativos y GS se llevó una jugosa comisión. Luego, en 2006, Goldman Sachs vendió parte de ese paquete de Swaps al principal banco comercial del país, National Bank of Greece, dirigido por otro hombre de GS, Petros Christodoulos, ex trader de Goldman Sachs y en la actualidad director del organismo de gestión de la deuda de Grecia que él mismo y los ya mencionados contribuyeron a disimular primero y a incrementar después. Mario Draghi tiene un historial pesado. El ex presidente de la República Italiana Francesco Cossiga acusó a Draghi de haber favorecido a Goldman Sachs en la atribución de contratos importantes cuando Draghi era director del Tesoro e Italia estaba en pleno proceso privatizador. Lo cierto es que el ahora director del Banco Central Europeo aparece masivamente sindicado como el gran vendedor de Swaps en toda Europa.
En ese entrevero de falsificaciones surge el jefe del Ejecutivo griego, Lucas Papademos. El primer ministro fue gobernador del Banco Central griego entre 1994 y 2002. Ese es precisamente el período en el que Sachs fue cómplice del ocultamiento de la realidad económica griega y en tanto que responsable de la entidad bancaria nacional, Papademos no podía ignorar la trampa que se estaba montando. Las fechas en las que ocupó el cargo hacen de él un operador del montaje. En la lista de notables le sigue Mario Monti. El actual presidente del Consejo Italiano fue consejero internacional de Goldman Sachs desde 2005. En resumen, muchos de los hombres que fabricaron el desastre fueron llamados ahora a tomar las riendas de puestos clave y con la misión de reparar, a costa de los beneficios sociales de los pueblos, las consecuencias de las estafas que ellos mismos llevaron a cabo. No caben dudas de que existe lo que los analistas llaman “un gobierno Sachs europeo”. El portugués Antonio Borges dirigió hasta hace poco –acaba de renunciar– el Departamento Europa del Fondo Monetario Internacional. Hasta 2008, Antonio Borges fue vicepresidente de Goldman Sachs. El desaparecido Karel Van Miert –Bélgica– fue comisario europeo de la Competencia y también un cuadro de Goldman Sachs. El alemán Ottmar Issing fue sucesivamente presidente de la Bundesbank, consejero internacional del banco de negocios norteamericano y miembro del Consejo de Administración del Banco Central Europeo. Peter O’Neill es otro hombre de la enredadera: presidente de Goldman Sachs Asset Management, O’Neill, apodado El Gurú de Goldman Sachs, es el inventor del concepto de Brics, el grupo de países emergentes compuesto por Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica. A O’Neill lo acompaña otro peso pesado, Peter Sutherland, ex presidente de Goldman Sachs Internacional, miembro de la sección Europa de la Comisión Trilateral –lo mismo que Lucas Papademos–, ex integrante de la Comisión de la Competencia en la Unión Europea, fiscal general de Irlanda e influyente mediador en el plan que desembocó en el rescate de Irlanda. Alessio Rastani tiene toda la razón. Este personaje que se presentó ante la BBC como un trader dijo hace unas semanas: “Los políticos no gobiernan el mundo. Goldman Sachs gobierna el mundo”. Su historia es ejemplar, de doble juego, como las personalidades y las carreras de los brazos mundiales de Goldman Sachs. Alessio Rastani dijo que era un trader londinense, pero luego se descubrió que trader no era y que podría formar parte de Yes Men, un grupo de activistas que, a través de la caricatura y la infiltración de los medios, denuncian el liberalismo. Quedará para las páginas de la historia mundial de la impunidad la figura de estos personajes. Empleados por una firma norteamericana, orquestaron una de las mayores estafas que se hayan conocido, cuyas consecuencias se pagan hoy. Fueron premiados con el timón de la crisis con las que ellos complotaron.

viernes, 18 de noviembre de 2011

jueves, 20 de octubre de 2011

Autos

En 1945, antes que empezara la gran expansíón industrial, Córdoba tenía 350.000 habitantes; quince años después, en el '60, tenía casi 600.000. En 1970 la planta Santa Isabel, de IKA-Renault, ocupaba diez mil operarios; ahora son seiscientos. En 1970 la mitad de los coches que circulaban por los caminos de la patria eran cordobeses; ahora, uno de cada diez. La idea de la Argentina como un país industrial fue la víctima principal de la dictadura militar del '76, y Córdoba lo sufrió más que nadie.

La ciudad tuvo épocas confusas, se empobreció. Ahora recibe ciertos beneficios de la resurrección sojera y busca su dinero en los servicios. Las universidades y la salud -ya queda dicho-, el boom de la construcción, el comercio, el turismo, y ciertos intentos de organizar un polo tecnológico: algunas empresas de software empiezan a instalarse, y es una de las grandes esperanzas.

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El Interior - Martín Caparrós

miércoles, 6 de julio de 2011

Las hormigas

Se acodó en la mesa de La Orquídea, la que está justo al lado de la columna con espejos.
–Eran dos. Fueron las primeras que vi.
Todos lo miramos, expectantes.
–Caminaban tranquilamente sobre mi escritorio. Nunca había visto nada así. De vez en cuando frotaban sus antenas como si estuvieran planificando un paseo.
Hizo una pausa.
–Después, fueron muchas más. Las encontré en la cocina y, más tarde, en todas las habitaciones. Me puse a revisar todos los agujeros de la mampostería, de los zócalos, las bisagras de las puertas para encontrar la boca del hormiguero y librarme de ellas. Registré cada milímetro cuadrado de pared, cada orifico, cada mueble, sin olvidar las rejillas de los baños, el fondo de los armarios o los objetos que descuidadamente habían quedado por años en el mismo lugar. Hice lo que está bien descripto en “La carta robada”, y con el mismo inútil resultado.
Lo miramos con incredulidad.
–Ustedes se preguntarán por qué quería librarme de ellas.
Nadie dijo nada.
–Me complicaban la vida: bastaba con que me levantara por un momento de la mesa, para que se devoraran mi comida; una noche, cuando estaba por acostarme, al entrar al dormitorio las vi arrastrando el colchón hacia no sé dónde. A veces, cambiaban los muebles de lugar, o revolvían mi ropa, o trababan las canillas de tal modo que era imposible abrirlas. He llegado a pasar una semana sin agua.
–Puede ser que ustedes no me crean, todo esto, pero pensé que para combatirlas necesitaba saber algo sobre ellas: eran las llamadas hormigas argentinas, los científicos las conocen como Linepithema humile; con obreras de dos a tres milímetros de longitud y medio miligramo de peso. Son capaces de colonizar con eficiencia casi cualquier ambiente donde haya un poco de humedad y se han convertido en una plaga internacional; se las encuentra en todas partes, y construyen hormigueros gigantes: verdaderas supercolonias o megacolonias. En Europa existen dos de esas agrupaciones, con miles de millones de individuos. Una tiene su epicentro en Cataluña y la otra bordea las costas de Italia, Francia, España y Portugal y constituye la mayor unidad cooperativa de la naturaleza conocida hasta el momento: se extiende por aproximadamente seis mil kilómetros, lo crean ustedes o no.
–Lo creemos –dijo alguien—, está citando un artículo de la revista Ciencia Hoy.
–Lo estoy citando –dijo el hombre– porque cuando lo leí hice una pequeña cuenta: si cada obrera pesa medio miligramo, dos mil pesan un gramo, dos millones un kilo y el peso de miles de millones se mide en toneladas. Si en mi edificio hubieran construido algo remotamente parecido a una megacolonia, tan solo el peso de semejante masa biótica sería capaz de tirarlo abajo.
Nos quedamos impresionados. Ni siquiera al asiduo lector de Ciencia Hoy se le había ocurrido hacer la cuenta.
–Llamé alarmado a la administración del consorcio: casi al instante (es decir, un mes después) mandaron al servicio de desinsectización de urgencia: vinieron tres hombres, enfundados en trajes de astronauta, y amados de brutales tanques de líquido exterminador. ¿Saben? Estas hormigas son difíciles de erradicar: cada hormiguero tiene miles de reinas, y si se acaba con alguna porción de la realeza, siempre queda un remanente aristocrático que, como los nobles emigrados de la Revolución Francesa, no habían olvidado nada y no aprenden nada. Los dejé trabajar, suponiendo que les llevaría bastante tiempo, y me fui al balcón terraza a leer un libro de biología. Una hora más tarde, cuando entré, no había ni rastro de los exterminadores, es decir, rastros sí había: jirones de traje y pedazos de las lancetas homicidas; presumiblemente, las hormigas habían hecho bien su trabajo: adentro de un armario, encontré el fragmento de un pie, que seguramente habían dejado como aviso, o como trofeo, vaya uno a saber.
–Si no puedes vencerlas, únete a ellas, me dijo el psiquiatra; y le hice caso: empecé a observarlas con cuidado y a conocerlas: a saber qué comidas les gustaban; por ejemplo, despreciaban las legumbres, pero adoraban las galletitas Express: bastaba colocar una sobre la mesa para que enseguida aparecieran, descuartizándola (mi esperanza era que, colocando galletitas hábilmente distribuidas, ellas mismas me llevarían hasta su escondrijo remoto, algo así como Hansel y Gretel). El fracaso fue total.
–Y entonces –suspiró el hombre– me vi ante la inevitabilidad de aceptar una hipótesis absurda: las hormigas salían de la nada. Pero veinticinco siglos de honrar a Parménides de Elea han hecho que arraigara muy profundamente en nosotros su principio nihil ex nihilo: nada proviene de la Nada (si bien mi amigo M**, ducho en los juego de palabras, sostiene que los egipcios aparecieron ex Nilo). Como diría Borges –ya empezábamos a hartarnos de sus referencias eruditas– levantar la restricción de Parménides nos ponía directamente en las manos de la multiplicidad y la proliferación de los objetos, conservarla (unido al hecho puramente empírico y casual de encontrar una arrastrándose por mi pelo) me llevaba a un callejón sin salida. Un día de concentración y lectura de los libros de Dioscórides me permitió resolver el misterio: como diría Borges, el razonamiento fue simple; la conclusión, monstruosa. Puesto que no venían de ningún rincón de mi casa, era obvio que salían del único lugar que no había examinado: mi propio cuerpo. Parafraseando a Kant: “El cielo estrellado por encima de mí, y las hormigas dentro de mí”, al fin y al cabo, yo también soy adicto a las galletitas Express. Pero imaginar que todos mis órganos habían sido colonizados por ellas, y que sin saberlo yo mismo había devorado a tres exterminadores de insectos –mediado por las hormigas, claro está, pero aún un acto de antropofagia que anunciaba quién sabe cuantos horrores más– me llevaron a una conclusión ineludible: tenía que terminar con ellas.
Y acto seguido, sacó un frasco. “Este es un potente hormiguicida”, dijo, y lo bebió: en apenas dos o tres segundos apoyó su cabeza sobre la mesa, ya inconsciente.
Nos quedamos paralizados, atónitos; ninguno de nosotros había presenciado nunca nada semejante; ninguno de nosotros hubiera esperado semejante final para esa fábula absurda.
Pero antes de que atináramos a acercarnos y ayudarlo de alguna manera, de su boca, de los orificios de su nariz, de sus ojos, de sus oídos, las uñas de una mano apoyada sobre la mesa, salieron torrentes de hormigas, rojas, robustas, decididas, miles de ellas, los miles de millones que habían colonizado su cuerpo y que ahora, antes de que fuéramos capaces de reaccionar, penetraron en nuestros ojos, en nuestros oídos, en nuestras bocas y empezaron a colonizarnos, sabiendo que dentro de nosotros encontrarían un refugio definitivo.

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Por Leonardo Moledo - Página 12 - Contratapa 6/7/11

viernes, 1 de julio de 2011

Google sugiere “Chau Riber”

Por Mariano Blejman - Página 12 - 29/06/2011

Como trascendió el lunes, si uno busca “Chau River” en Google Argentina, el buscador devuelve unos 20.700 resultados, pero sugiere algo que parece una broma: “Quizá quiso decir: Chau Riber”, así con “b”, como una broma de simpatizantes de otros equipos por mandar al equipo al Nacional B. Pero no es un chiste, es apenas un algoritmo y sirve para entender cómo construye Google la “verdad” en Internet. El resultado de la búsqueda de “Chau Riber” devuelve unos 40.900 resultados, un número notablemente superior al de la búsqueda “Chau River”. Ese es el primer motivo por el cual Google supone que “Chau Riber” es una construcción más confiable que “Chau River”. La mayoría de la gente que buscó y escribió “Chau Riber” en la web lo hizo con B larga. Es obvio: los fans de River no van a burlarse a sí mismos. Menos gente escribirá “Chau River” correctamente, puesto que en la frase está implícita la gastada. Los resultados de la búsqueda “River Plate”, por ejemplo, no ofrecen chiste alguno.

Los algoritmos de Google permiten tomar decisiones en el corazón del motor de búsqueda para organizar la información de la mejor manera para los usuarios, sobre las bases de experiencias previas y otras características, que detallaremos más adelante. “Google usa un software de corrección ortográfica que comprueba si los términos de la consulta están escritos con la grafía más común”, explicaron ayer del departamento de prensa de Google Argentina. Como es de suponer en una estructura planetaria que organiza información en tiempo real, la manera de construir verdad –o posible verdad– que tiene Google funciona de forma automática. Es la forma que tiene Google de sugerir el buen camino de cosas que los usuarios generalmente equivocan: errores de tipeo, errores de nombres, las cosas más comunes.

Pero no es sólo una cuestión de cantidad de respuestas y de búsquedas sobre “Chau Riber” lo que hace aparecer la sugerencia como si “Chau River” fuera un error. También entra en juego el tráfico de las páginas donde se alojan los comentarios con ese tipeo: Facebook, Taringa! y Twitter fueron los principales medios por donde circuló la frase que se hizo rápidamente “tema del momento”. Son páginas muy populares. Además, Google aprende de búsquedas ya realizadas por usuarios anteriores: es decir, si la mayoría de las personas que buscaron “Chau River” hicieron click en una página que decía “Chau Riber”, Google supone que el resto de los usuarios intentará buscar en la misma dirección.

Google aprendió en estos años a mejorar la velocidad de respuesta, a trabajar con información en tiempo real, y construyó algoritmos para comprender probabilísticamente cuál será la próxima acción de los usuarios antes de que ésta ocurra. “Hay una diferencia enorme sobre cómo respondió Google informando los ataques del 11 de septiembre de 2001 en Nueva York con lo que sucedió cuando se conoció la noticia de la muerte de Osama bin Laden diez años después”, cuenta Martín Sarsale, gerente técnico de Sumavisos, quien trabaja sobre los algoritmos del buscador. “El índice de Google se actualiza de una manera cada vez más rápida”, cuenta Sarsale.

Pero hay otro aspecto más inquietante de Google: las búsquedas “Chau River” ejecutadas desde otras latitudes, sobre todo anglosajonas, no generan ninguna opción que implique un chiste. Google devuelve información diferente según el contexto, el país y finalmente el usuario. No hay “un” resultado de Google. Cuando se busca “Chau River” desde Londres, por ejemplo, el resultado viene principalmente en inglés. Tal vez el usuario común no haya reflexionado sobre esto, pero Google devuelve búsquedas hacia los usuarios sobre la base de aprender qué es lo que el usuario elige. Como cuenta en una fantástica charla TED el activista Eli Parser, gracias a las grandes plataformas virtuales vivimos filtrados por burbujas de algoritmos. Esto es: si Google o Facebook aprenden de nuestras propias búsquedas anteriores, la próxima vez que queramos algo nos darán lo que ya buscamos anteriormente. Si buscamos “Egipto”, por ejemplo, y anteriormente hemos ingresado a sitios sobre turismo en Egipto, ya no veremos información sobre levantamientos en Egipto en la primera página. Si queremos seguir las opiniones de nuestros amigos en Facebook, en tanto, sólo veremos las opiniones de quienes más visitamos. Si entramos frecuentemente a algunos perfiles de nuestros amigos, lentamente dejaremos de “ver” qué actividad tienen otros usuarios. Parser mostró cómo sus amigos “conservadores” habían desaparecido de las menciones en su cuenta de Facebook ya que el algoritmo interpretó que éstos eran poco interesantes para su perfil... y dejó de mostrarlos.

Según Eli Parser, Google ya no muestra el mundo “tal cual es”, sino tal cual nosotros queremos que sea, tal cual nosotros esperamos que Google nos devuelva en cada búsqueda. Si un usuario busca “Chau River”, lo que espera de Google, finalmente, es un contenido principalmente relacionado con “Chau Riber”. El usuario “espera” que Google devuelva un resultado tendiente a la broma. Ese tipo de comportamiento, según Parser, rompe con el criterio editorial sobre lo que “la gente” debe saber sobre un lugar o un acontecimiento. Es decir, para una persona que busca información turística sobre Egipto, está “bien” que también sepa que en Egipto hubo disturbios y no solamente pirámides. Lo que Parser le “pide” a Google es agregarle al algoritmo “algo” de criterio editorial que rompa con esa burbuja que crea la extrema personalización. El problema es quién puede ser capaz de automatizar la lógica sobre lo que se debería saber. Será cuestión de mejorar el promedio.