domingo, 19 de octubre de 2008

Confección de Balances

Allá lejos en el tiempo mi trabajo consistía en resolver los problemas que creaba el resto. Siendo que trabajaba en un banco la palabra problema no suena muy correcta, pero era así, resolvía problemas que los demás se esmeraban en generar.
Por esos días el país era un caos absoluto. Corridas bancarias, el dólar que viajaba en una montaña rusa, militantes con palos que cortaban las calles, policías que cortaban las calles, gente que no andaba en las calles por miedo a la policía, a los palos o a ambos. La perfecta definición de la palabra caos.
Mi oficina, o más bien mi escritorio, era una mesa marrón oscuro fea, muy fea, con tres cajones a la derecha y marcas dejadas por empleados anteriores a lo largo y ancho del mismo. En una esquina había una máquina de calcular Olivetti con la misma cinta desde hacía uno o dos lustros, un tarrito símil portalápices con un escudito de Temperley impreso, un par de banditas elásticas, unas tantas biromes negras y rojas, un líquido corrector y algún que otro lápiz negro sin punta más su goma de rigor (nadie es perfecto). Otro escritorio de idénticas características se enfrentaba al mío, de modo tal que hacían un solo gran escritorio donde las dos personas que trabajaran allí se miraran entre sí. Justo en el medio de los dos estaba la radio, casi siempre encendida. El equipo se completaba con una silla de las más incómodas y antiguas que se pudieran encontrar por la zona, otros armarios igual de ancestrales y horribles y, cómo no podía ser de otra manera, cantidades industriales de polvo, mugre, papeles y carpetas.

Todo había comenzado 3 meses antes. Ante la devaluación de la moneda y las medidas poco felices tomadas por el Ministerio de Economía y el BCRA, cuanto banco hubiera sobre este terruño se super-pobló de gente desesperada por obtener sus ahorros. Por consiguiente, cuanto gaucho se encontrara trabajando en una institución financiera se abocó a atender público, supiera o no como hacerlo. Muchísimas o absolutamente todas las tareas que estos empleados realizaba antes del caos quedaron relegadas a un segundo, tercer o último lugar. Entre estas tareas se encontraba la básica y elemental “hacer las cosas bien”. ¿Qué se entendía por hacer bien las cosas? Nociones básicas de contabilidad: un crédito es una suma, un débito es una resta. Si hago un depósito en una cuenta caja de ahorros, estoy sumando plata, es un crédito. Si estoy debitando plata, hago una extracción, resto plata. Hacer las cosas bien comprende que si yo deposito plata haga un crédito, y si saco plata haga un débito. En el caos esto no pasaba y para eso estaba yo, para controlar los desmanes que se habían creado ante el stress generado por tamaña cantidad de gente insultando. No se hacían a propósito, eran errores comunes en toda actividad laboral. Lo que fallaba no era la operativa sino los métodos de control. Fue así entonces como comencé a hurgar en un pozo contable sin fondo. Todo mi trabajo se transformaba en un partido de fútbol 5 entre amigos cuando en lugar de contar el tanteador se cuenta la diferencia de goles: ganamos por 4, perdemos por 3 o vamos iguales. Pero no contaba goles sino diferencias de plata: me faltan 500 pesos, me sobran 2000 o conformé todo. Y conformar era hacer bien mi trabajo.

La lógica indica que uno parte con una diferencia X, a esa X le iremos restando todo lo que vayamos arreglando, entonces la diferencia se debería ir achicando. Es decir, si uno parte con una diferencia de 1000, encuentro algo mal realizado de 200, me queda una diferencia de 800. Hay que considerar que podemos tener faltantes o sobrantes, es decir, plata que nos falte o que nos sobre, lo que hace que la diferencia puede ser 900 o –900. Esencial tenerlo en cuenta a la hora de buscar lo que nos hace falta. Ahora bien, contrario a toda lógica podemos encontrar, por ejemplo, que tratando de arreglar esa diferencia de 1000, supongamos que sobran 1000, encuentro 200 más que sobran y tendría una nueva diferencia aún más grande; pasa a ser de 1200. Peor es el caso cuando faltando 200 encuentro 1500 a favor y se “da vuelta la diferencia”: de tener –200 paso a tener +1300. Duro golpe psicológico. Nos pasamos horas y horas buscando algún ticket, una boleta, una entrada de cine que diga $200 y rogamos que justo sea la que nos falta, pero no, no es suficiente con eso que encima encontramos que nuestra diferencia en lugar de achicarse se agranda. Pero levantamos la cabeza y seguimos buscando. Y lo hallamos. Hallamos, cual patada en el bajo vientre, que nos sobra más plata, ahora nuestra diferencia es aún mayor porque dimos con un comprobante de $43.175,59. Cualquiera sabe que es muchísimo más fácil encontrar 300 que 43.175,59. Pensemos solamente que para lograr obtener 59 centavos en monedas necesitamos mínimo 9 monedas ( 1 de cincuenta, 1 de cinco y 4 de un centavo), así que encontrar una diferencia cuyos últimos dígitos sean 59 suena muchísimo más complicado. Más complicado aún si aparte de los 59 centavos tenemos 5 cifras más a tener en cuenta del lado derecho de la coma. Imposible. Crisis psiquiátrica total. Nuestra poca autoestima cae a niveles subterráneos. Pensamos que mientras más tratemos de achicar la diferencia más se agranda. Maldita bola de nieve. Cualquiera que haya tratado de conformar un balance alguna vez ha sentido esa sensación. Levantamos la mirada al cielo y de nuestro profunda humanidad despegamos un brutal y certero “La conc....de su pu.... madre”

En medio de una de esas apocalípticas situaciones contables uno no sabe para donde para donde salir corriendo. Ya pasaron horas y horas en las que inútilmente buscamos algo que no era; luego cambiamos el rumbo pensando que ahora si íbamos por el buen camino y sin embargo nos habíamos equivocado nuevamente. El temor se apodera de nosotros, nos domina la desesperación, cualquier camino parece incorrecto y encima debemos volver a pasar por alguno de ellos otra vez para llegar a nuestra meta. Para donde ir? Cómo llegar? Será realmente lo que buscamos? Bajamos la cabeza, nos tomamos la frente y intentamos arrancarnos uno por uno los pelos. Parece no haber solución, al menos no a corto plazo.

Fue en uno de esos momentos críticos cuando me dijeron una frase que me quedó hasta el día de hoy: ahora sabés cual es tu diferencia real; ahora ya sabés que es lo que tenés que buscar. Y das vuelta esa hoja que ya revisaste miles de veces hoy buscando $200 pesos, luego otra vez pero buscando $1300 y ahora $43.175,59. Y lo encontrás, ahí, lo habíamos visto cientos de veces y se había escapado. Por buscar mal. Por no saber lo que debíamos buscar. Estaba delante nuestro y no lo vimos, no lo supimos ver. Y ahora si lo remarcamos, lo arreglamos y ponemos el ansiado sello que dice “Conformado”.

De esto ya pasaron casi 10 años. Por suerte sigo trabajando en la misma institución pero ahora en otro sector. Tengo bastante experiencia en el rubro. No hago más tareas contables. Sin embargo las diferencias siguieron apareciendo y se siguieron agrandando aunque en otros ámbitos. Pero no me preocupa. Ahora se lo que estoy buscando.

No hay comentarios: