sábado, 20 de noviembre de 2010

No hagamos la excepción

Hubiera sido un gran placer poder estar allí tomando unas instantáneas de los actores y las actrices.
Todos los actuantes. Excepto vos.
Con ansias aguardé la llegada de la dirección postal donde acudir con mi mochila a cuestas, sin más que una remera y unos jeans gastados. En cambio estuve sentado revolviendo cubitos de hielo con un sorbete negro, haciendo espuma contra el borde de un vaso largo. Habría sido genial poder compartir ese vaso y ver como esos delicados labios femíneos se guardaban algo de esa espuma para sí.
Dulces labios. Excepto los tuyos.
Entre hielo y hielo se me escaparon sueños de ángeles y de demonios enredados en sábanas ajenas, dibujando sombras en la noche, persiguiendo el más allá. En ese breve momento onírico pasaban brazos en forma de caricias, se mezclaban las fragancias más íntimas y se alcanzaba el infinito. Las horas pasaba yo detenido en ese circulo vicioso adornado por un arete delictivo.
Un vientre, una piel, un ombligo. Excepto el tuyo.
Terminó mi turno, debía volver por donde empecé. Dí una vuelta alrededor del auto.
Abrí las puertas. Excepto la tuya.
Arribé al destino que el destino me marcaba. No era lo que deseaba. Me senté en el ordenador y completó mi caos. Ví tus fotos, tu rostro, tu aro, tus labios.
Estaban todos. Excepto yo.

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