16/05/11 - Por Eduardo Parise - Clarín
En Barracas y en la Ciudad es muy conocida la trágica historia de Felicitas Guerrero, aquella joven viuda asesinada por un pretendiente despechado y que originó una leyenda. Pero en ese barrio, otra leyenda también evoca el triste final de una vida breve aunque llena de una carga quizá mucho más romántica: la de Elisa Brown, la hija mayor del máximo héroe naval de los argentinos, el almirante Guillermo Brown.
Elisa había nacido el 31 de octubre de 1810 en Inglaterra y, junto con sus padres, vivía en la famosa Casa Amarilla que la familia tenía en las cercanías del actual cruce de la avenida Martín García y Bolívar, a metros de donde hoy está el Parque Lezama. Por eso es que esa zona vecina aún sigue conociéndose con esa denominación. La Casa Amarilla que ahora se ve sobre la avenida Almirante Brown es una réplica de aquella residencia, entonces cercana al río.
Con apenas 17 años, la adolescente (con autorización de sus padres) inició un noviazgo formal con un joven, siete años mayor, que frecuentaba la residencia. Se llamaba Francis Drummond, había nacido en Escocia y era uno de los oficiales de la joven armada nacional que lideraba Brown. Dicen que la alameda que rodeaba la casona fue el escenario para aquel romántico encuentro entre esa chica de impactantes ojos azules y el apuesto marino. Cuando ocurrió la tragedia, Drummond ya se había destacado en combate, peleando en la batalla de Juncal. Eran los tiempos de la guerra con el Imperio del Brasil y los marinos argentinos derrochaban heroísmo en cada acción. Para entonces, el oficial ya tenía el grado de mayor y estaba al mando del bergantín Independencia.
Entre el 7 y el 8 de abril de 1827, frente a la Ensenada de Barragán cuatro naves argentinas enfrentaron a una veintena de barcos de la flota imperial. Se lo conoce como el combate de Monte Santiago y fue la mayor derrota naval argentina de ese momento histórico. Pero no estuvo exento de heroísmo, entre cuyas acciones se destaca lo hecho por Drummond quien, con su barco varado, muy averiado y después de agotar sus municiones, llegó en un bote hasta la goleta Sarandí para buscar reponerlas y volver a su nave para seguir combatiendo. Para entonces ya estaba herido: una esquirla de cañón le había volado una oreja. Fue allí que recibió la herida mortal que terminaría con su vida.
Drummond murió en los brazos del almirante Brown, quien luego le dio la mala noticia a Elisa, junto con el anillo que su amado, en su agonía, había pedido que le entregaran. A él lo enterraron con los honores correspondientes a un héroe (una calle lo recuerda en Nueva Pompeya). Ella lo soportó con estoicismo, pero ya había perdido su sonrisa para siempre.
Ocho meses después, el 27 de diciembre de ese mismo año, Elisa Brown murió ahogada en las aguas del río, en cercanías de la famosa Casa Amarilla. Dicen que había ido a bañarse junto con uno de sus hermanos y que una ola traicionera la atrapó en un pozo. La leyenda afirma que ese día era la fecha prevista para su casamiento y que, cuando murió, Elisa llevaba puesto un vestido de novia y aquel anillo. Y recuerdan que su muerte conmovió tanto a la ciudad que en su cortejo hubo unos 50 carruajes.
En Ruy Díaz de Guzmán, la avenida Martín García y la calle Pi y Margall, en Barracas, hay una pequeña plazoleta triangular que lleva el nombre de Elisa Brown. Un monolito de granito rojo alude a aquella Casa Amarilla. La placa de bronce que recordaba a la joven ya no está más. Cuentan que el almirante jamás pudo reponerse del lamentable final de la vida de su hija y que su tristeza se reflejaba muchas veces cuando lo veían, abrumado, con la mirada fija en el río. Pero esa es otra historia.
En Barracas y en la Ciudad es muy conocida la trágica historia de Felicitas Guerrero, aquella joven viuda asesinada por un pretendiente despechado y que originó una leyenda. Pero en ese barrio, otra leyenda también evoca el triste final de una vida breve aunque llena de una carga quizá mucho más romántica: la de Elisa Brown, la hija mayor del máximo héroe naval de los argentinos, el almirante Guillermo Brown.
Elisa había nacido el 31 de octubre de 1810 en Inglaterra y, junto con sus padres, vivía en la famosa Casa Amarilla que la familia tenía en las cercanías del actual cruce de la avenida Martín García y Bolívar, a metros de donde hoy está el Parque Lezama. Por eso es que esa zona vecina aún sigue conociéndose con esa denominación. La Casa Amarilla que ahora se ve sobre la avenida Almirante Brown es una réplica de aquella residencia, entonces cercana al río.
Con apenas 17 años, la adolescente (con autorización de sus padres) inició un noviazgo formal con un joven, siete años mayor, que frecuentaba la residencia. Se llamaba Francis Drummond, había nacido en Escocia y era uno de los oficiales de la joven armada nacional que lideraba Brown. Dicen que la alameda que rodeaba la casona fue el escenario para aquel romántico encuentro entre esa chica de impactantes ojos azules y el apuesto marino. Cuando ocurrió la tragedia, Drummond ya se había destacado en combate, peleando en la batalla de Juncal. Eran los tiempos de la guerra con el Imperio del Brasil y los marinos argentinos derrochaban heroísmo en cada acción. Para entonces, el oficial ya tenía el grado de mayor y estaba al mando del bergantín Independencia.
Entre el 7 y el 8 de abril de 1827, frente a la Ensenada de Barragán cuatro naves argentinas enfrentaron a una veintena de barcos de la flota imperial. Se lo conoce como el combate de Monte Santiago y fue la mayor derrota naval argentina de ese momento histórico. Pero no estuvo exento de heroísmo, entre cuyas acciones se destaca lo hecho por Drummond quien, con su barco varado, muy averiado y después de agotar sus municiones, llegó en un bote hasta la goleta Sarandí para buscar reponerlas y volver a su nave para seguir combatiendo. Para entonces ya estaba herido: una esquirla de cañón le había volado una oreja. Fue allí que recibió la herida mortal que terminaría con su vida.
Drummond murió en los brazos del almirante Brown, quien luego le dio la mala noticia a Elisa, junto con el anillo que su amado, en su agonía, había pedido que le entregaran. A él lo enterraron con los honores correspondientes a un héroe (una calle lo recuerda en Nueva Pompeya). Ella lo soportó con estoicismo, pero ya había perdido su sonrisa para siempre.
Ocho meses después, el 27 de diciembre de ese mismo año, Elisa Brown murió ahogada en las aguas del río, en cercanías de la famosa Casa Amarilla. Dicen que había ido a bañarse junto con uno de sus hermanos y que una ola traicionera la atrapó en un pozo. La leyenda afirma que ese día era la fecha prevista para su casamiento y que, cuando murió, Elisa llevaba puesto un vestido de novia y aquel anillo. Y recuerdan que su muerte conmovió tanto a la ciudad que en su cortejo hubo unos 50 carruajes.
En Ruy Díaz de Guzmán, la avenida Martín García y la calle Pi y Margall, en Barracas, hay una pequeña plazoleta triangular que lleva el nombre de Elisa Brown. Un monolito de granito rojo alude a aquella Casa Amarilla. La placa de bronce que recordaba a la joven ya no está más. Cuentan que el almirante jamás pudo reponerse del lamentable final de la vida de su hija y que su tristeza se reflejaba muchas veces cuando lo veían, abrumado, con la mirada fija en el río. Pero esa es otra historia.
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