domingo, 7 de junio de 2009

Me quiero volver chango

Debemos tener paciencia, uno nunca sabe que tiene el destino preparado para nosotros. El mundo sigue girando y nuestra suerte ya está hechada, solo es cuestión de esperar. La chance llegará y sabremos apreciarla a tiempo, asirla bien fuerte y no dejarla escapar. Solo esperar, con calma, con paciencia. Este mundo sabrá darnos la ansiada recompensa a tiempo. Y pensar, pensar hace cuanto que esperamos que llegue este colectivo. Con este frío y hace más de 30 minutos que estamos parados; con calma. Pensamos en subir y mandar al chofer bien a la mierda, patear la máquina cuando no me tome la moneda que se mojó con la lluvia que me empapó mientras esperaba en la parada. Con calma me sentaré y putearé a esa señora antigua que me mira con su bruta cara de orto porque estoy todo mojado y, por ósmosis o alguna otra ley newtoniana, la humedad llega hasta ella. Miro fijo hacia delante, viendo el futuro. Espero, ansío llegar a casa donde no tendré agua caliente porque la demanda de gas es tan alta que el termotanque no llega a pasar los 15 grados. Aguardo que el señor excedido de peso saque su tumultosa barriga de mi cara cuando el bondi agarra la curva a toda velocidad cual Sandra Bullock en el aeropuerto. Sin un ápice de ansiedad me paro y voy a la puerta delantera donde amablemente me rechazan obligándome a bajar por detrás. Mientras tanto veo pasar la parada donde debería haberme bajado, la de la esquina de casa. Matemáticas rápidas y concluyo que deberé caminar, gracias al generoso espejito tallado, 7 cuadras. Levemente rozo el timbre y abren la puerta. Despacio, desciendo pegando un saltito y miro hacia abajo sacando cálculos fugaces, dándome cuenta que no llego, no llego y caigo justo en un regio charco. Me quedan menos cuadras, y pienso. Pienso que tendrá deparado para mi este puto mundo de mierda en las próximas horas. Quiero llegar ya. Y no me anda el reloj, guater resistan y la puta madre. La puta madre.

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